Fotos de la guerra
Fuente La República
Mié, 11/02/2009 Por Antonio Zapata
Los peruanos hemos recreado la Guerra del Pacífico en variados formatos. Por ejemplo, en 1884, el mismo año del retorno del ejército de Chile a su país, se publicó la primera narración histórica gracias a la pluma de Mariano Felipe Paz Soldán. A lo largo del tiempo, la guerra y sus héroes han sido motivo de abundante poesía y algo de teatro.
En registro contemporáneo, se encuentra bastante televisión y algo menos de radio, pero nos hace completa falta tanto el documental como el largometraje. Ni el cine ni los canales internacionales de historia han proyectado alguna versión peruana. Faltan también dibujos animados. Tenemos algo en el haber, pero aún es alto el debe. Aunque ya no podemos quejarnos por la ausencia de libros de fotos. Acaba de aparecer el primero, elaborado por Renzo Babilonia y publicado por la Universidad de Ciencias y Humanidades.
En Chile ya había varias publicaciones de este género y nosotros estábamos muy retrasados. Así, el libro de Babilonia viene a llenar un vacío y nos ofrece por primera vez un registro gráfico de la guerra recopilado por un peruano. Tiene garantizado su puesto en la historia porque claramente marca un antes y un después.
Hacia 1879, la fotografía ya estaba bien implantada en el Perú. El ciclo económico anterior había sido dominado por las exportaciones de guano que habían traído bastante dinero. Por ello, la fotografía llegó a Lima poco tiempo después de aparecida en Europa. Incluso había casas fotográficas limeñas que disponían de sucursales en Santiago. Pero, comenzada la contienda, el ejército de Chile sí contrató un fotógrafo oficial que acompañara sus desplazamientos, mientras que nosotros no lo hicimos.
Chile estaba más organizado para la guerra. Del mismo modo como disponía de más barcos y mejores cañones, también tomó la previsión de llevar un registro visual. Por nuestra parte, la guerra no era deseada, menos planeada. Además, fue una seguidilla de catástrofes que culminaron en el desastre general. En el contexto peruano nadie estaba para fotos.
Debido a ello, la mayor parte de las imágenes existentes son chilenas. De fotos peruanas solo se conoce el trabajo de Courret, quien retrató a muchos jefes en su estudio y tomó vistas del campo de batalla de Chorrillos. Si hay pocas fotografías peruanas, las de nuestro aliado apenas suman un puñado. Impresionan los bolivianos. Se ve algunos vestidos con corazas, semejando guerreros medievales; esos mismos coraceros están adornados con penachos de plumas altas que los emparentan con los junkers. Al lado, un soldado de infantería con el fusil al hombro y vestido con bolsita serrana, una chuspa andina y un rostro típico que denotan su origen.
Los chilenos se siguieron retratando en el Perú ocupado. Sobre esta época casi no hay imagen de la resistencia nacional. Solo los oficiales del Zepita en el estudio Courret y dos notables fotos de años posteriores nos dan una idea de la lucha en el Mantaro.
Sobre el Perú ocupado se puede ver que continuó la vida. Los fotógrafos peruanos tomaban fotos a los soldados chilenos, quienes eran atendidos en los bares y las mujeres los acompañaban. Tanto que fueron numerosos los matrimonios mixtos, como está probando en una próxima tesis mi colega Juan Rodríguez.
El libro de Babilonia amplía nuestro registro visual porque contiene fotos nuevas que nunca se han visto. Entre las más impactantes destaco al Huáscar recién capturado. La cubierta destrozada, hecha añicos la torre de mando donde murió Grau. Luego, su paseo triunfal por Chile y sus reparaciones en Valparaíso para ser incorporado a la marina chilena. Cuentan que la depresión invadió a los defensores de Miraflores cuando vieron al Huáscar surcar la bahía limeña portando una enorme bandera chilena.
El Huáscar es muy especial en el imaginario peruano. Ningún otro barco ha capturado tanto los sentimientos patrióticos. En un discurso, Raúl Porras Barrenechea elaboró una elegante figura que resume su puesto en la historia nacional, diciendo que “todos hemos navegado alguna vez en el Huáscar porque en nuestros sueños hemos acompañando al monitor, aprendiendo la congoja y el orgullo de ser peruanos”.
Los peruanos hemos recreado la Guerra del Pacífico en variados formatos. Por ejemplo, en 1884, el mismo año del retorno del ejército de Chile a su país, se publicó la primera narración histórica gracias a la pluma de Mariano Felipe Paz Soldán. A lo largo del tiempo, la guerra y sus héroes han sido motivo de abundante poesía y algo de teatro.
En registro contemporáneo, se encuentra bastante televisión y algo menos de radio, pero nos hace completa falta tanto el documental como el largometraje. Ni el cine ni los canales internacionales de historia han proyectado alguna versión peruana. Faltan también dibujos animados. Tenemos algo en el haber, pero aún es alto el debe. Aunque ya no podemos quejarnos por la ausencia de libros de fotos. Acaba de aparecer el primero, elaborado por Renzo Babilonia y publicado por la Universidad de Ciencias y Humanidades.
En Chile ya había varias publicaciones de este género y nosotros estábamos muy retrasados. Así, el libro de Babilonia viene a llenar un vacío y nos ofrece por primera vez un registro gráfico de la guerra recopilado por un peruano. Tiene garantizado su puesto en la historia porque claramente marca un antes y un después.
Hacia 1879, la fotografía ya estaba bien implantada en el Perú. El ciclo económico anterior había sido dominado por las exportaciones de guano que habían traído bastante dinero. Por ello, la fotografía llegó a Lima poco tiempo después de aparecida en Europa. Incluso había casas fotográficas limeñas que disponían de sucursales en Santiago. Pero, comenzada la contienda, el ejército de Chile sí contrató un fotógrafo oficial que acompañara sus desplazamientos, mientras que nosotros no lo hicimos.
Chile estaba más organizado para la guerra. Del mismo modo como disponía de más barcos y mejores cañones, también tomó la previsión de llevar un registro visual. Por nuestra parte, la guerra no era deseada, menos planeada. Además, fue una seguidilla de catástrofes que culminaron en el desastre general. En el contexto peruano nadie estaba para fotos.
Debido a ello, la mayor parte de las imágenes existentes son chilenas. De fotos peruanas solo se conoce el trabajo de Courret, quien retrató a muchos jefes en su estudio y tomó vistas del campo de batalla de Chorrillos. Si hay pocas fotografías peruanas, las de nuestro aliado apenas suman un puñado. Impresionan los bolivianos. Se ve algunos vestidos con corazas, semejando guerreros medievales; esos mismos coraceros están adornados con penachos de plumas altas que los emparentan con los junkers. Al lado, un soldado de infantería con el fusil al hombro y vestido con bolsita serrana, una chuspa andina y un rostro típico que denotan su origen.
Los chilenos se siguieron retratando en el Perú ocupado. Sobre esta época casi no hay imagen de la resistencia nacional. Solo los oficiales del Zepita en el estudio Courret y dos notables fotos de años posteriores nos dan una idea de la lucha en el Mantaro.
Sobre el Perú ocupado se puede ver que continuó la vida. Los fotógrafos peruanos tomaban fotos a los soldados chilenos, quienes eran atendidos en los bares y las mujeres los acompañaban. Tanto que fueron numerosos los matrimonios mixtos, como está probando en una próxima tesis mi colega Juan Rodríguez.
El libro de Babilonia amplía nuestro registro visual porque contiene fotos nuevas que nunca se han visto. Entre las más impactantes destaco al Huáscar recién capturado. La cubierta destrozada, hecha añicos la torre de mando donde murió Grau. Luego, su paseo triunfal por Chile y sus reparaciones en Valparaíso para ser incorporado a la marina chilena. Cuentan que la depresión invadió a los defensores de Miraflores cuando vieron al Huáscar surcar la bahía limeña portando una enorme bandera chilena.
El Huáscar es muy especial en el imaginario peruano. Ningún otro barco ha capturado tanto los sentimientos patrióticos. En un discurso, Raúl Porras Barrenechea elaboró una elegante figura que resume su puesto en la historia nacional, diciendo que “todos hemos navegado alguna vez en el Huáscar porque en nuestros sueños hemos acompañando al monitor, aprendiendo la congoja y el orgullo de ser peruanos”.
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