¡GLORIA A LOS HÉROES DE SAN JUAN Y MIRAFLORES, 13/15 de enero, 1881...!
12 de enero de 2010
AUTOR: Herbert Mujica Rojas
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Aprendamos a esperar siempre sin esperanza; es el secreto del heroísmo.Es casi seguro que por esa majadería pusilánime de las cuerdas separadas, fábrica de mediocres acostumbrados a regalar lo ajeno y a sentirse foráneos en su propio país –Perú- el gobierno, la diplomacia, el Congreso, las instituciones regionales, distritales y sociales, harán casos omisos de las efemérides del 13 y 15 de enero próximos.
Maurice Maeterlinck (1862-1949) Escritor belga.
En San Juan y Miraflores, en aquellas fechas en 1881, Lima combatió al invasor chileno en una guerra de rapiña cuyo resultado se supo desde el comienzo. La improvisación, el amiguismo, el latrocinio, el divorcio entre la capital centralista y el resto del país, amén de una cáfila de líderes profundamente venales, hizo el resto. La disimulada, por historiadores a granel, torpeza criminal de Nicolás de Piérola, su elefantiásico ego, su miopía insólita, hizo de la conducción del país, un lampo negro de siniestros contornos. Lima fue arrasada, acribillados sus hijos, invadidos sus predios, enajenado el gobierno.
Las improvisaciones se pagaron muy caro y hasta 1879 hubo una historia patria y a partir de aquel año, otra. Se desnudó la precariedad infame y lo tenue del tejido social de entonces y a partir de aquellos trágicos sucesos, pandillas de historiadores dedicaron su tiempo a cubrir la traición de sus parientes, los entreguismos enfermizos y las peores taras asolaron al Perú hasta hoy, hechos de los que no hemos podido sacudirnos de manera integral, radical, profunda.
Pareciera la historia repetirse en nuestros días. Diplomáticos cobardes, gobernantes siempre bebedores de la pócima de la cobardía infame, políticos orgullosos de su ignorancia, traficantes sociales que viven de la pobreza, declinan afrontar un tema que encuentra una posibilidad extraordinaria en el contencioso que tiene en La Haya Perú con Chile.
Los mártires y héroes genuinos del pueblo, trabajadores, campesinos, rabonas, soldados desconocidos, casi nunca son recordados, en cambio se endiosan apellidos notables y se ejercita la contaduría de historias acordadas entre bambalinas pudientes y acérrimas aficionadas a saquear las intensas riquezas de que sigue gozando el país. Para los de abajo, como diría Mariano Azuela en su inolvidable novela sobre la Revolución Mexicana, este año en su centenario glorioso; para quienes hicieron de una patria chúcara que casi nunca los reconoce como suyos, el homenaje más intenso y más respetuoso por su sacrificio en San Juan, Chorrillos, Barranco y Miraflores, y en todo el Perú.
Fue, la guerra de rapiña que Chile emprendió contra Perú en 1881 y hasta 1883-84, un suceso que aún no ha sido analizado genuinamente. Y tampoco, por cierto, superado.
(Fdo. Herbert Mujica).
HISTORIA, MADRE Y MAESTRA
ANEXOS (Escrito por Alberto llanos- periodista ayacuchano)
El desastre acaecido en Lima debe analizarse en dos etapas: los preparativos en sí y el desenlace, al conformar cada episodio aspectos diferentes de un mismo drama e, igualmente, fue el suceso que contó con nuevos factores que no ocurrieron en los acontecimientos previos, como la movilización masiva de la población capitalina y su conjunción con elementos nativos provenientes del ande central.
Debe destacarse que, en la campaña del sur, fueron movilizados casi exclusivamente ciudadanos de esos departamentos, combatiendo en Pisagua, Tarapacá, Moquegua, Tacna y Arica, soldados nativos de los departamentos comprometidos y de los vecinos como Arequipa, Puno y Cusco. Para la batalla de Lima, convergieron a la capital, sea en forma de batallones o para formar parte de estos, movilizables, muchos de ellos nativos procedentes de todo el Perú, lo cual se produjo por la confusión que Piérola hiciera en los ejércitos del Norte y el del Centro, dejando el segundo ejército del Sur en Arequipa, al cual le cambió de denominación dándole el nombre de la ciudad y dejándolo al mando del prefecto del Solar.
¡MUERA EL GUSANO DE PIÉROLA…!
En la batalla de Lima, Piérola asumió el mando absoluto del ejército, ordenando y disponiendo por encima de los militares profesionales y las más de las veces, prescindiendo completamente de ellos y de los consejos que le dieran. Nadie llegó a precisar el grado de conocimientos sobre táctica o estrategia que poseia el dictador, si es que tuvo alguno.
Debe destacarse también que, en Lima, por primera vez se utilizó armamento producido íntegramente en el país, en las factorías de Lima, especialmente cañones. En la campaña del sur, se usaron parte de los rifles Chassepot modificados en Lima para mejorar su sistema de tiro.
Igualmente, surgieron iniciativas de paz que, de prosperar, hubieran llevado al fin de la contienda. Por último, surgió en el Perú una fuerza que se puso al servicio del invasor y fueron los chinos, que vieron la oportunidad de liberarse del vasallaje, casi esclavitud, a que estuvieron sometidos.
EL TODAVÍA BRUJO DE LOS ANDES
En Miraflores el héroe de la jornada fue Andrés Avelino Cáceres, quien a cargo de un sector de la defensa, se multiplicó en sus esfuerzos, conteniendo uno tras otro los ataques enemigos mientras sus fuerzas se reducían por la creciente cantidad de muertos y heridos que sufría.
Y sus esfuerzos que pudieron tener diferente final, no fueron alcanzados por carencia de refuerzos, que, a escasos kilómetros esperaban las órdenes de avanzar y que nunca llegaron. Era demasiado pedir a Cáceres lo imposible, pero estuvo a punto de lograrlo con su espíritu combativo, conocimientos y experiencias militares y, especialmente, su indomable patriotismo que lo impulsó a continuar luchando en defensa de la patria, en busca de un solo objetivo, que los adversarios desaparecieran del suelo nacional, que éste no fuera hollado por ningún enemigo, por eso, en medio de la derrota producida al final del día, se retiró del campo de batalla con una sola idea: proseguir la guerra contra el invasor en el lugar que fuere, pero continuar resistiendo.
Sabría agenciarse recursos y el futuro lo encontraría defendiendo el honor nacional. Recogió el mensaje de Grau y Bolognesi. Sabiendo que sus sacrificios no fueron en vano, no podían serlo, ya que eso hubiera implicado la desaparición del país como organismo de características propias: una bandera y escudo y también fronteras sagradas que seguiría defendiendo. Los demás podían huir o incumplir su deber. El no, seguiría en la lucha.
Los chilenos, siguiendo sus consignas y órdenes gubernamentales; en el pueblo de Miraflores, recién capturado, dieron rienda suelta a su venalidad criminal y espíritu de rapiña, frente a la alegre mirada de jefes y oficiales, incluido el ministro de guerra Sotomayor, sabiendo que, sin participar directamente, recibirían su parte del botín, para eso hicieron la guerra y la razón de capturar la capital donde suponían se encontraba el gran tesoro y, en espera de ese momento, prepararon sus bombas incendiarias y reconfortaron sus instintos depredadores y asesinos pensando en la orgía de sangre y fuego que desatarían sobre el infeliz Miraflores.
CHILENOS IMPÍOS E INCRÉDULOS
Como el ejército chileno ya había recibido con unción, la bendición del Sumo Pontífice León XIII, deseándoles la victoria y suponemos absolviéndolos de todo pecado cometido o por cometer en suelo peruano, los capellanes del invasor, fueron los encargados de justipreciar libros, documentos e incunables, además de objetos de arte y cuadros que contenía la Biblioteca. Con la minuciosidad que caracteriza al que roba con calma y ventaja, visitaron y se hicieron mostrar lo mejor de las obras y dónde estaban ubicadas, expresando profundo interés de bibliómanos, aunque sus lecturas nunca pasaron de breviarios y misales. El director, doctor Manuel Odriozola, sin sospechar la mala fe de los eclesiásticos, mostró los tesoros y obras valiosas que las estanterías contenían y los sacerdotes con gran empeño anotaban la información y solicitaron les mostrara otras más, hasta que se agotó la valiosa muestra. Se despidieron y ofrecieron regresar al día siguiente.
LADRONES, RANDAS, CLEPTÓMANOS, CACOS…
Durante la noche, tal como acostumbró efectuar sus rapacerías el ejército chileno, todas las valiosas obras que Odriozola mostrara a los beatíficos padres, fueron sustraídas y, el oficial chileno, frente a la queja, informó que efectivamente había visto sacar los libros pero como eran en tal volumen y cargados en carretas a la vista de todos, pensó que no se trataba de apropiación ilícita, además, las autoridades de ocupación, frente a la denuncia de la desaparición de los libros, expresaron "que persona alguna tenía derecho de examinar los actos de las autoridades chilenas".
Días después de este primer robo a la Biblioteca, se presentó el carnicero de Arica, coronel Lagos, en compañía de una comitiva de chilenos vestidos de etiqueta, para que por lo menos se dijera que eran ladrones de guante blanco, y recorriendo las estanterías, comenzaron a recoger de ellas las obras que les interesaron y dispusieron llevárselas, frente al pedido de un recibo, Lagos contestó que más bien entregara las llaves del establecimiento porque mandaría recoger todo su contenido y efectivamente, recogieron por carretadas, más de cincuenta mil libros que componía el patrimonio bibliográfico, aparte de más de ochocientos manuscritos, que se les consideraba "verdaderas joyas" y otros documentos, todo lo cual, en su mayor parte, se encuentran en la Biblioteca Nacional de Santiago y en bibliotecas privadas, expresión de ese increíble latrocinio.
Después de desmantelar la Universidad y Biblioteca Nacional, los invasores prosiguieron con el Archivo Nacional y siguieron con la Escuela de Artes y Oficios, de donde se llevaron toda la maquinaria de los talleres y los libros de ciencias. El célebre reloj de Ruiz. Luego, la entrada al saco que no se produjo después de Miraflores, se convirtió en robo descarado, cínico, pero ordenado y metódico, desmantelaron y se llevaron hasta las rejas de los edificios, en esa forma, fueron sustrayendo los archivos de los ministerios y el de Palacio de Gobierno, porque Piérola, en su huida, ni siquiera se le ocurrió que los documentos fueran retirados, al contener toda la documentación secreta de la diplomacia peruana y de situaciones internas de uso muy restringido.
…MUCHOS PERUANOS AYUDARON A ROBAR
No sólo saquearon el íntegro de la maquinaria de los talleres de producción de municiones y la fábrica de pólvora, sino que igualmente transportaron a Valparaíso la imprenta del Estado, cargando con toda la maquinaria de impresión, tipos y demás elementos de impresión. Igualmente sustrajeron toda la imprenta del diario privado "La Patria". El papel que no pudieron llevar, lo remataron en las calles de la ciudad.
De los ministerios y Palacio de Gobierno, no sólo extrajeron los documentos, sino que los vaciaron en cuanto a equipos, maquinarias y mobiliario y, algunas de esas piezas fueron a decorar las casas de algunos colaboradores.
Se apropiaron del contenido del Palacio de la Exposición, comenzando por los objetos de arte. Trasladaron a Santiago una valiosa obra del pintor Merino sobre Colón exponiendo su proyecto del nuevo mundo, que había obtenido el gran premio de la exposición de Paris. Igual trato recibió la Sociedad Fundadores de la Independencia de la que se llevaron entre otros, hasta los retratos de San Martín y Bolívar. De parques, calles y paseos públicos de la ciudad sacaron las estatuas de ornato, figuras de animales y otros. De la Escuela Militar, no sólo hurtaron libros y mobiliario, sino que barrieron hasta con el menaje de cocina y servicio de comedor. En el jardín botánico, además de llevarse los equipos, hicieron lo propio con infinidad de plantas y destruyeron las que dejaron.
¿Y DÓNDE ESTABAN LOS PIÉROLAS Y LOS PRADO?
También se apropiaron de las rentas municipales destinadas a la educación y, los ingresos aduaneros, fueron destinados en gran parte al sostenimiento del ejército de ocupación y, la diferencia, se remitió a los cofres del tesoro chileno en Santiago. Se hicieron dueños del cobro de aduanas desde el 22 de enero de 1881 y al 31 de diciembre de ese año, recaudaron algo de tres millones de pesos. En 1882 los ingresos subieron a más de cinco millones cien mil pesos. Según Lynch, lo que se llevaron de las aduanas fueron casi ocho millones de pesos. En ese análisis no están comprendidos los cupos que en forma continua aplicaron a ciudades y ciudadanos.
Para mantener al ejército invasor, decomisaron el ganado donde lo encontraran, siendo diezmado sin contemplación, por eso, al producirse la desocupación, la riqueza ovina del país fue reducida a un 20%.
La libertad de expresión quedó suprimida por completo, disponiendo Lynch por decreto del 27 de mayo de 1881, que los directores de diarios y revistas fueran chilenos y, con un nuevo decreto del 5 de junio de ese año, se prohibió la publicación de libros, periódicos, folletos, e incluso hojas sueltas sin permiso del cuartel general. Él 7 de setiembre se impuso severas penas a quienes contravinieran lo decretado y, por último, el 14 de diciembre se dispuso que nadie pudiera publicar "noticias del enemigo".
Las fortalezas del Callao fueron desmanteladas y los cañones trasladados a Chile. La ciudad se cubrió de luto, suprimiéndose fiestas y festejos y la población procuró salir sólo lo imprescindible a las calles para no tropezar con la soldadesca de ocupación.
La depredación continuó en provincias, donde no sólo eran los saqueos a las propiedades públicas o privadas, sino la destrucción sistemática de cultivos, además de fusilar o castigar cualquier forma de oposición o resistencia e, incluso sin ella, procedieron a la aplicación de castigos, ya abolidos desde los tiempos de la esclavitud, como la flagelación, que podía ser seguida o no del fusilamiento, en otros casos se aplicaron los castigos sin juicios ni tribunales, a simple capricho de la oficialidad y las más de las veces sobre simples supuestos. Castigos y depredaciones se incrementaron conforme la resistencia en los Andes se acentuó y cualquier sospecha de vínculo con ella, fue penada capitalmente.
EL FIN NO TENDRÁ FIN…
Los restos de la marina de guerra, al verse liberados del tutelaje del Dictador y frente a la caída de Lima y Callao, lo cual les privó de una base de operaciones, decidieron hundir la flota antes que cayera en manos enemigas. Manuel Villavicencio como jefe, pese a encontrarse en la fortaleza de San Cristóbal, ordenó que el segundo jefe, procediera a cumplir las indicaciones y Arístides Aljovín, el 16 de enero, hizo destrozar la maquinaria e incendiar la "Unión" la cual se hundió al norte de la bahía del Callao. Años después se retiró el mástil de la nave que fue lo único que quedó por encima del agua y llevada a la escuela naval, donde sirve de símbolo a las futuras generaciones navales de una tradición, cual es, que la escuadra jamás se ha rendido, en conjunción, con la misma determinación que ha envuelto al ejército en su actuar. Junto con el hundimiento de "La Unión", se destruyeron otras naves como el "Atahualpa", y los transportes "Rímac", "Limeña", "Marañón", "Oroya" y el "Chalaco", así como lanchas o embarcaciones menores, todas fueron incendiadas y hundidas y no cayeron en manos enemigas, acto que despertó la cólera de los adversarios. Y seguirá…
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